Se llamaba cristóbal, un hombre de campo,
Trabajó toda su vida con esfuerzo y con encanto.
Con su tractor arando, olivos cultivó,
La tierra era su sangre, su pasión se la legó.
A su hijo francisco le quiso enseñar,
Pero el niño tomó otro rumbo al andar.
Dinero fácil, caminos perdidos,
Y en el corazón del padre, quedó un vacío.
¡ay, cristóbal, maestro del sol!
Dejaste tu vida en el surco y el sudor.
Aunque el hijo se alejó del honor,
Las raíces que sembraste viven en tu amor.
Josefa a su lado, mujer luchadora,
Levantando a su casa con manos de roca.
Cuatro hijos criaron, con penas y gloria,
Sus hijas, el orgullo que guarda su historia.
Pero el corazón de cristóbal sufría,
Por un hijo que erraba en su rebeldía.
Le enseñó la nobleza, el trabajo sincero,
Pero francisco soñaba con el dinero.
¡ay, cristóbal, maestro del sol!
Dejaste tu vida en el surco y el sudor.
Aunque el hijo se alejó del honor,
Las raíces que sembraste viven en tu amor.
Un virus maldito su vida apagó,
Y francisco lloró, nunca le pidió perdón.
Quiso darle las gracias, al padre que fue,
Por todo lo que hizo, pero ya era tarde.
Francisco heredó del campo el saber,
Cada lección que su padre le quiso ofrecer.
Y sus hijas mari, sonia y beatriz,
Son el orgullo que a cristóbal hizo feliz.
¡ay, cristóbal, maestro del sol!
Dejaste tu vida en el surco y el sudor.
Aunque el hijo se alejó del honor,
Las raíces que sembraste viven en tu amor.
En los olivos quedó tu memoria,
En la familia vive tu historia.
Cristóbal del campo, un hombre leal,
Tu nombre resuena en el viento rural.